Cuando la
historia se tiñe
de leyenda...

Cuenta la leyenda que a los pies de las montañas de Tien Shan había  una  fuente donde se abrevaba una manada de yeguas. Éstas eran salvajes y pequeñas, pero finas y elegantes, y muy, muy escurridizas.
Cada noche, las hembras se dirigían al arroyo. Y cada noche, de sus aguas surgía un semental mágico, rápido y fuerte, de color del metal  puesto al rojo vivo. Volaba hasta el cielo, y, de vuelta al arroyo, pasaba la noche con las yeguas, hasta que el sol apuntaba en el horizonte.

Mientras que la cuna del pura sangre inglés es el hipódromo, la del ajalteké es el campo de batalla...

Cuenta la leyenda que a los pies de las montañas de Tien Shan había  una  fuente donde se abrevaba una manada de yeguas. Éstas eran salvajes y pequeñas, pero finas y elegantes, y muy, muy escurridizas.
Cada noche, las hembras se dirigían al arroyo. Y cada noche, de sus aguas surgía un semental mágico, rápido y fuerte, de color del metal  puesto al rojo vivo. Volaba hasta el cielo, y, de vuelta al arroyo, pasaba la noche con las yeguas, hasta que el sol apuntaba en el horizonte.
El Cuerpo es longilíneo, y empieza con un pecho musculoso y profundo, más estrecho que el de un caballo de silla, si bien un pecho demasiado estrecho no será muy apreciado. Las espaldas son largas y musculadas y forman un amplio ángulo, algo que ha de tenerse en cuenta a la hora de encajar la silla. Las costillas forman un vientre fino, con poca cincha.
El dorso, que empieza en una cruz acentuada, es largo, y puede parecer débil, pero no lo será si termina en una grupa bien insertada en el lomo. La cola es baja.